He pasado toda mi adolescencia escuchando esa misma frase, algunos me lo decían a la cara, la mayoría a la espalda.
¿Cómo asumir que el hombre que te contaba un cuento por las noches, que calmaba tus pesadillas y siempre estaba ahí cuando lo necesitabas, podía ser cómplice de uno de los mayores crímenes de la historia?
Tras varios años en el internado volvía a Múnich, una ciudad muy diferente a la que yo recordaba y donde me esperaban mis padres, mi pasado y miles de preguntas de las que no tenía respuesta… y que temía hacer en voz alta.” DRIVE